Calidad
Algo que llevamos muy dentro, pero que se ve en todo lo que hacemos
La calidad se nota, se percibe y, sobre todo, se exige. Pero lo más importante, es ofrecerla, darla sin más.
Son muchos los errores que se cometen a la hora de entender e implementar procesos de calidad en las empresas. Este concepto no está en lo que damos o entendemos dar, sino en lo que el cliente percibe de nosotros y nuestro trabajo.
No hay calidad cuando el cliente se siente desatendido, incomprendido o incluso optamos por llevar al tiempo otra conversación respondiendo a mensajes o llamadas telefónicas que nada tienen que ver con él. La sanción debería ser tan tajante como cuando un conductor desvía su atención a otras cuestiones que no sean exclusivamente estar atento a la carretera, sus condiciones y las indicaciones que permanentemente nos ofrece para dar lo mejor de nosotros y ser ejemplo para otros. De hecho, el símil puede ser el más adecuado en este caso para comprender la importancia de la calidad y excelencia de nuestras acciones.
En muchas ocasiones, habrás oído esa frase, muy utilizada por los coach: "Sé la mejor versión de ti mismo". Y es cierto, hay que levantarse todos los días con esa actitud. Pero de nada o poco puede ser de ayuda para nuestro negocio interiorizar esa frase si no se hace evidente. "Sé la mejor versión de ti mismo y muéstrala a todos". Has podido conseguir para tu cliente la mejor solución del mundo, pero no será efectiva si no empleas tiempo en explicársela y trasladarle que has hecho todas esas gestiones solo y exclusivamente por él, por su bien, en su beneficio.
La mejor versión de uno mismo es sincera; no reprocha ni busca excusas; encuentra la excelencia y no solo aprobar, como en el colegio; no rehúye nunca de la respuesta, aunque sea para decir que ahora no lo sabe; conoce cuáles son las limitaciones propias y permite que el cliente sepa que dispone de soluciones externas que le pueden servir perfectamente a sus objetivos; sabe decir que no; entiende que un problema se transforma automáticamente en una oportunidad; es observador, cree en los detalles y; sobre todo, es humilde, pero seguro de sí mismo.
Finalmente, hagamos hincapié en recabar la información suficiente que nos permita saber con exactitud el grado de satisfacción del cliente. Para ello, no solo hagamos caso de las palabras que utilice, fijémonos en la comunicación no verbal: sus gestos, la mirada, el tono de su voz... Todo ello nos será de gran ayuda, ya que el trabajo no finaliza hasta obtener la completa satisfacción de quien nos paga. ¡Pregunta libremente! No nos conformemos con un simple: bien. Por él, por nosotros y los futuros clientes a los que, con seguridad, transmitirá el anterior todas las bondades de poner sus proyectos en nuestras manos.